Cuando hablamos de buen trato y respeto en las
relaciones entre padres e hijos, nos asalta la gran duda: ¿cómo establecer los
límites sin recurrir al castigo o al maltrato verbal o incluso físico? El asunto
se comienza a complicar si fuimos criados y educados bajo la autoridad férrea
de nuestros padres. No es tan fácil desaprender lo aprendido. Aparece entonces otro gran dilema:
¿Seguiremos el ejemplo de nuestros padres o queremos dar un giro a la forma de
educar a los hijos?
Cuando se habla de crianza respetuosa o de crianza con apego, no faltaran quienes hablen de un exceso de permisividad. No se trata de
eso. Niños y adolescentes necesitan límites claros que garanticen su crecimiento
feliz y su bienestar. Se le llama disciplina
positiva. Es una forma de entender el comportamiento y encontrar la mejor forma
de abordar ciertas conductas y actitudes, de manera de que podamos guiar a
nuestros hijos en sus propios caminos de forma positiva y amorosa, firme pero respetuosa.
Las herramientas son varias y cambiarán según las
edades y etapas de niños y adolescentes. Esta es nuestra primera entrega sobre el tema.
Compartimos algunos principios para disfrutar más de las relaciones familiares
y manejar mejor las distintas conductas de los más pequeños de la casa.
Ser comprensivos
Pongámonos en los zapatos de nuestros hijos, entendamos
cuál es su situación. Luego podemos pedirles amablemente pero con firmeza, lo que
deben o es necesario hacer. Tratemos de no perder la calma, incluso ante un
berrinche. Expliquemos por adelantado lo que va a ocurrir y mantengamos la
decisión: “puedes jugar un rato más, pero después nos vamos”.
Establecer límites claros
Las reglas tienen que ser claras y no debemos
contradecirnos. Mamá y papá deben estar de acuerdos en cuáles son las reglas, y
los niños deben conocerlas antes de que llamemos su atención por incumplirlas. Las
reglas, por supuesto, deben ser acordes a las edades. No es lo mismo pedir a un
niño de tres años que recoja sus juguetes que a uno de 10: el primero está
aprendiendo, para el segundo ya debe ser parte de sus responsabilidades.
Reforzar el buen comportamiento
No nos enfoquemos en resaltar lo negativo. Un mal comportamiento seguro ya está precedido por algo que afectó al niño y lo hizo sentirse mal. Si nos
enojamos y reprendemos con duras palabras, lo haremos sentir peor. Entonces,
respira, mantén la calma y da el mejor ejemplo. Si refuerzas sus buenas
conductas con palabras amorosas, inspirarás a tus hijos a controlarse mejor, lo
que reforzará su buen comportamiento y dará lo mejor de si mismo
para decidir hacer lo correcto por convicción, no por temor.
Estimular la confianza y la independencia
Es bueno dejarlos tomar sus propias elecciones en determinados momentos. Por
supuesto esto variará según las edades, pero desde pequeños los podemos dejar
elegir: qué cuentos quieren que les leas, qué camisa se quieren poner, cuál
juguete quieren llevar al parque. Estas pequeñas decisiones no sólo los
encaminan a lograr la necesaria independencia, sino que además les brindan la
confianza en si mismo y en sus padres, que escuchan y respetan sus decisiones.
Ofrecer opciones y ceder
En vez de decirles lo que no pueden hacer, digámosle qué es lo que sí pueden hacer. Si quieren jugar fútbol dentro de la casa, en vez de gritar un “no uses la pelota dentro de la casa”, propongamos: “qué tal si nos vamos al parque a jugar”. Podemos evitar la rebeldía ante el “No” con una propuesta nueva que congenie las dos posiciones: la del niño y la del adulto. Y, por supuesto, evalúa cuando se puede ceder. Preguntémonos si vale la pena frenar un impulso o un deseo que ni le lastima, ni hace daño a otros, ni es una conducta inapropiada. Si quiere ponerse una franela que no combina con la falda y menos aún con los zapatos ¿es realmente necesario obligarla a cambiarse o no llevarla contigo vestida así? Detenerse a pensar si vale la pena enfrentar y frenar a nuestros hijos por algo que es inocuo, que no rompe las reglas, no es tan grave. Es válido ceder.
¿Tienes más dudas sobre el tema? No dejes de compartirlas con nosotros. Comparte y comenta. También nos puedes escribir al tienesderechovenezuela@gmail.com.
En vez de decirles lo que no pueden hacer, digámosle qué es lo que sí pueden hacer. Si quieren jugar fútbol dentro de la casa, en vez de gritar un “no uses la pelota dentro de la casa”, propongamos: “qué tal si nos vamos al parque a jugar”. Podemos evitar la rebeldía ante el “No” con una propuesta nueva que congenie las dos posiciones: la del niño y la del adulto. Y, por supuesto, evalúa cuando se puede ceder. Preguntémonos si vale la pena frenar un impulso o un deseo que ni le lastima, ni hace daño a otros, ni es una conducta inapropiada. Si quiere ponerse una franela que no combina con la falda y menos aún con los zapatos ¿es realmente necesario obligarla a cambiarse o no llevarla contigo vestida así? Detenerse a pensar si vale la pena enfrentar y frenar a nuestros hijos por algo que es inocuo, que no rompe las reglas, no es tan grave. Es válido ceder.
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