Podemos hablar y teorizar sobre la crianza con apego, qué la compone o
en qué se fundamenta, pero si de la teoría bajamos a la cotidianidad es más
fácil comprender de qué se trata. Empecemos con algunas preguntas sencillas:¿Cuántas veces a la semana
papá y mamá se sientan a comer con sus hijos en familia? ¿Cuántas veces papá y
mamá coinciden a la hora de comer con sus hijos? ¿Es la regla o una
eventualidad?
La vida ajetreada y los horarios de trabajo limitan el tiempo que se pasa con los hijos, incluso para compartir una comida en familia. Ni hablar si la pareja se ha disuelto, y mamá y papá tienen días especiales para convivir con sus hijos.
La vida ajetreada y los horarios de trabajo limitan el tiempo que se pasa con los hijos, incluso para compartir una comida en familia. Ni hablar si la pareja se ha disuelto, y mamá y papá tienen días especiales para convivir con sus hijos.
Encontrar
tiempo para comer juntos como una familia -bien sea un desayuno, almuerzo o
cena-, es una forma sencilla de mejorar no sólo el vínculo familiar, sino que
además es posible obtener importantes beneficios para la salud y calidad de
vida.
Encontrar
el horario adecuado para que todos los miembros de una familia se encuentren a
comer puede ser difícil pero es sumamente importante lograrlo para la salud
física y mental, sobre todo de niños y adolescentes en desarrollo.
Distintos
estudios demuestran que tener por lo menos una comida
en familia al día, conlleva los siguientes beneficios:
- Los adolescentes que no tenían frecuentes comidas familiares tuvieron el doble de probabilidad de fumar tabaco, casi el doble del riesgo de beber alcohol y una probabilidad 1,5 mayor de consumir marihuana.
- Las comidas familiares frecuentes son ideales para que los adolescentes confíen en sus padres lo que acontece en sus vidas. Más comunicación nos permite ayudarlos mejor a enfrentar sus miedos, problemas e inseguridades.
- Los adolescentes que comparten cinco o más comidas familiares por semana tuvieron menos síntomas depresivos y dificultades emocionales, aunado a un mejor bienestar emocional.
- Las comidas familiares están asociadas a una menor puntuación en el índice de masa corporal en niños y adolescentes, lo que sugiere que esto podría ayudar a prevenir la obesidad infantil.
- Los niños que comparten comidas familiares, tres o más veces por semana, tienen más probabilidades de estar en un rango de peso saludable y de hacer mejores elecciones alimenticias. Asimismo, son más propensos a consumir alimentos saludables y menos propensos a desarrollar trastornos alimenticios.
Las
comidas familiares ayudan a que niños y adolescentes:
- Tengan una mayor autoestima
y satisfacción con la vida.
- Sus conductas sean más confiables
y útiles hacia los demás.
- Fomentan una mejor relación
con sus padres.
- Mejoran el vocabulario y el rendimiento
académico.
- Inciden en que haya menores
tasas de embarazo en adolescentes y ausentismo escolar.
- Generan mayor resiliencia al
estrés.
Sabiendo los beneficios, ¿cómo lo logramos? Dos claves: voluntad y preparación. Que las comidas familiares estén en nuestra agenda diaria. Vivimos y andamos corriendo todo el día, pero todos saben que las cenas (o la comida que decidan) son para el encuentro en familia.
La otra es simple: desde cocinar en familia hasta apagar los celulares. Que las comidas familiares comiencen en la cocina donde padres e hijos colaboran en su preparación y una vez en la mesa, todos apagan sus teléfonos celulares, se apaga el televisor, y se comparte y disfruta por igual de la conversación y los alimentos, la primera para el alma, los segundos para el cuerpo.
Comentarios
Publicar un comentario